domingo, 18 de noviembre de 2012

LAS IMBORRABLES DUDAS DEL MIEDO

Y ese escozor que me allana al sentir que lo pierdo todo por pura voluntad...
La reyerta interna, intensa, intolerable, me sumerge y me desquicia.
No deseo cortar las raíces  de mi  árbol pero lo siento necesario  porque me está exterminando; crece fuerte, frondoso, astronómico y me destroza. 
Me ubico frente a él con el hacha a las espaldas, que no se entere del crimen.  
Estoy a punto de alzar mis brazos y atizar un solo golpe justo al corazón. Ya en el aire dirigiendo el arma hacia mi objetivo lo veo tan precioso, tan vivo que me vence la vergüenza y resisto a mi crueldad. 
Y me alejo cabizbaja, horrorizada de mi acto homicida jurando no volver jamas a pensar en removerlo y él ni por enterado. 
Pero el dolor desgarrador vuelve y no me deja siquiera respirar, la asfixia se hace nuevamente presente. El pequeño árbol que de un momento a otro creció, se incrusta dentro de mí y al crecer buscando el cielo no hace más que dolerme y agotarme.
Que hacer? 
Permitir a esta naturaleza seguir creciendo mientras se lleva mi vida con ella? O cortarla o apagarla o extinguirla para siempre  y así poder vivir, sola pero con el corazón pulsante.

¿Qué huella dejamos a nuestros hijos?

  Sé que muchos no leerán la siguiente lista de enunciados y reflexiones, pero para aquellos a los que llamé su atención, les insto a que le...