Y ese escozor que me allana al sentir que lo pierdo todo por pura voluntad...
La reyerta interna, intensa, intolerable, me sumerge y me desquicia.
No deseo cortar las raíces de mi árbol pero lo siento necesario porque me está exterminando; crece fuerte, frondoso, astronómico y me destroza.
Me ubico frente a él con el hacha a las espaldas, que no se entere del crimen.
Estoy a punto de alzar mis brazos y atizar un solo golpe justo al corazón. Ya en el aire dirigiendo el arma hacia mi objetivo lo veo tan precioso, tan vivo que me vence la vergüenza y resisto a mi crueldad.
Y me alejo cabizbaja, horrorizada de mi acto homicida jurando no volver jamas a pensar en removerlo y él ni por enterado.
Pero el dolor desgarrador vuelve y no me deja siquiera respirar, la asfixia se hace nuevamente presente. El pequeño árbol que de un momento a otro creció, se incrusta dentro de mí y al crecer buscando el cielo no hace más que dolerme y agotarme.
Que hacer?
Permitir a esta naturaleza seguir creciendo mientras se lleva mi vida con ella? O cortarla o apagarla o extinguirla para siempre y así poder vivir, sola pero con el corazón pulsante.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
¿Qué huella dejamos a nuestros hijos?
Sé que muchos no leerán la siguiente lista de enunciados y reflexiones, pero para aquellos a los que llamé su atención, les insto a que le...

-
La obra de Caravaggio, su influencia en el pensamiento religioso de la época y en su propia vida. INTRODUCCIÓN Europa siglo...
-
Enclavado en el lugar denominado por Carlos I de España como Villa Imperial de Potosí, se avista imponente hasta nuestros días el Cerro Ric...
-
Hoy precisamente hoy se reúnen en sus minúsculas realidades todos esos (incluyéndome)que aseguran que hoy hace años A no nos conquistaron. ...