Acudo a ti dispuesta a ser.
A forjarme (formatearme), desamarrarme de unos pocos temores (no todos) y gravitar.
Casi doce horas seguidas tecleando frente a la com-PUTA-dora y el tic del ojo se empieza a agudizar. Qué decir de la yema de los dedos y el escafoide de cada muñeca.
Mañana en la mañana, mañanísima madrugada, inicia un nuevo ciclo. "El fin justifica los medios" me oigo decir con esa vocecilla interna y desubicada, mientras la otra le censura por tanta falta de sutileza en el pensar.
Pero antes de transportarme al día siguiente del día pasado, pienso en concluir. Ahora. En este preciso momento. En este microsegundo. Que estas sean las últimas palabras. Pero entonces, qué sentido tiene haber iniciado esta amalgama de ideas y sentimientos?
Abatida por un gran y pomposo séquito de dudas, me dispongo a soltarme de espaldas al abismo imaginario y dejarme caer. Lanzo monedas (también imaginarias) al cielo (también imaginario) a ver si alguna de ellas me ayuda a elegir; y, mientras la última resuena en su descenso, el sueño se va apoderando de las venitas ya enrojecidas de los ojos y de las neuróticas neuronas que sollozan por descanso.
Así que nada. Para variar un poco (usando la ironía en esta expresión), al fin de cuentas no me supe decidir.
martes, 11 de noviembre de 2014
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