Mire que tengo una buena mano, con esta no fallaremos, además aún nos queda por apostar el gato.
Que no ha entendido usted? Que lo comen vivo si es menester. Sea cauteloso. Divaga... divaga mucho y eso asusta.
No es que divague, es que me encuentro analizando la jugada perfecta. La tengo!
Bravo! Entonces no perdamos más el tiempo, muestre ante la audiencia esa maravilla.
Shh, qué nadie debe enterarse.
Ah, esta bien. Va a esperar a que todos apuesten para develar sus cartas?
Cartas?
Sí! Sus cartas, la jugada perfecta, la buena mano, la que nos hará recuperar todo lo que hasta ahora hemos perdido.
(Silencio perturbador, alrededor solo se respira un ambiente viciado de cigarro, aliento etílico y un puñado de mala vibra.)
Se ha puesto pálido. Qué sucede?
Traiga a Timoteo...
Qué? No. No es posible. P p pero... Dijo tener una buena mano. No! El gato no!
Yo me refería a Carmela. Por fin he dilucidado la jugada perfecta para hacer que ella me quiera.
No es posible! Lo vé? Se lo he dicho y usted no ha querido hacerme caso. Mujeres, que cosa con ellas. La tal Carmela ni sabrá ni le importarán sus sentimientos y usted aquí como un bobalicón dejándose perturbar por ella y dilapidando todo cuanto tiene.
Miau, miau, miaaaaauuuuu.
Lo vé? Hasta el pobre Timoteo está angustiado. Quién sabe que harán con el pobre, si hasta puedo verlo ahí en la vitrina, convertido en cuerdas de violín...
Basta! Ya encontraremos una forma de salir de esta. Entrégueme el gato, luego se lo robaremos.
Está usted demente? Veo que la ginebra se le ha subido a la cabeza. Pensar en robar el gato...
Entonces corra. Si es posible vuele, que si no, hoy nos linchan.
Y la buena mano? Qué sucede con su buena mano.
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