Luego de jornadas imparables transformadas en meses, el tiempo se detiene para decantar una que otra idea tuerta.
Basta conocerme, para saber que algo anda mal y por eso en la letra algo anda bien, o así lo creo.
La ira despierta en la uña del pie, sube, crece y se precipita hacia las alturas, llegando trilladamente a la coronilla.
Para mi mala suerte, se activa el “modo defensa” en “código lagrimones para su mersé” y lo que es peor frente a sinnúmero de cuatro o cinco voyeristas.
Para mi mala suerte, se activa el “modo defensa” en “código lagrimones para su mersé” y lo que es peor frente a sinnúmero de cuatro o cinco voyeristas.
El frío se encarga de secar las lágrimas pero no detiene la infame hinchazón bajo los ojos. Días después aún estoy avergonzada dentro del oscuro hueco.
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