Me dejo llevar, me desplomo ya sin esperanzas sobre las estelas del derrumbe y contemplo impávida cómo se destroza mi ausencia de ti, las horas inciertas repican arrugando mi conciencia, apilando nostalgias, envenenándome, intoxicándome.
Hablo con tu sombra en mi memoria y ella calla. Ya no dice nada, hace tiempo sus palabras se han trizado, pero ella continúa, asutándome, ignorándome, agobiándome.
Sal de mi cerebro, salta, huye, no dejes huellas; que bien te puede hacer quedarte en mí, ten compasión de esta miserable que se destiempla de la verdad para encontrarte en su imaginario, mira las lágrimas rodar entre el maquillaje y apiádate de mí. Corta la soga que me acaricia el cuello, suelta las amarras de mis muñecas, déjame ser libre, déjame odiarte, indúltame de mis pecados.
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