El aliento de la muerte me hiela hasta la traquea. Me susurra y me está volviendo loca. Jamás pensé tenerla tan cerca, jamás pensé haberla sentido a mis espaldas.
La vi, pero no la reconocí sino cuando ya fue demasiado tarde.
Vil muerte, no te apiadaste, no quisiste esperar siquiera una década más, solo nos empujaste hacia el barranco del dolor y ni siquiera reíste como tal vez hubiese imaginado, no fue así, en cuanto te vi, te encontré triste también.
Y luego tenía miedo siquiera de nombrarte, es ahora después de tantos meses en que he sacado fuerzas para pensar que en verdad existes. Muerte.. que nos hiciste sentir el verdadero sabor de la amargura.
Y es verdad que se mitiga la pena? Pues se amortigua más bien, pero no desaparece, cada día hay un lapso incalculable en el que la infame se columpia sobre nuestros hombros.
Y a vivir con ella... Vivir... vaya palabrita.
De un tiempo acá, no me encuentro muy bien, al menos en la soledad; el insomnio está haciendo mella en mí, se nota en las ojeras, y el sonido interno de la incertidumbre me hunde en una brutal depresión.
Quiero salir.... pero por más que lo intento, no encuentro las llaves de mis ataduras.
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