La historia de siempre.
Intentando socorrerme me hundo más en la grava, con cada palabra que sale de mí y que se dispersa densa por toda la atmósfera, me acostumbro a pender de un hilo.
La palabra dicha es como la flecha lanzada se escucha por ahí y están en toda la razón, a las dos no hay quien las detenga. Pero muchas veces lo único que espero es que no den en el absurdo blanco.
Y entonces que te queda..... Nada. solo aguantarte las estupideces que dices, solucionarlo después ya sea con una sonrisa hipócrita o no, esperando que el otro no lo haya tomado a mal.
O por el contrario... celebrar por las estupideces que dijiste, darles rienda suelta, explotar y mandar a callar a todos. Disfrutar de ser libre de decir lo que esta tan dentro, mostrarlo a la luz aunque sea un pequeño monstruo infeliz que a pesar de ser execrable a fin de cuentas es tuyo.
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