Ni el calor insoportable que ahoga a esta claudicada ciudad, logra quitar el hielo eterno que se cuece en mis entrañas.
No soy yo quien está aquí, ya ni reconozco mi respiración, mi ser se fugó sin dejar rastro alguno, ahora los despojos de esta vida se me presentan como única opción para reconocerme como ser humano.
Gracias por ese poco de lucidez, por encontrarte aún en pie frente a tanto desvarío.
28 de agosto de algún año en particular
domingo, 6 de noviembre de 2011
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