Marioneta de los dioses que impusieron en su alma cargar el peso del azar. Nació como casi cualquier otra; el cordón de la vida le fue amputado como a todo ser, la risa y los juegos se escucharon en su infancia y corrió sin frenos hacia la madurez.
Cómo iba a saber aquella lo que le sería encomendado, que culpa puede tener de que la juzguen bella, que sea un simple trofeo de la vanidad, apostada como una olimpica manzana discordante.
En un instante del crepúsculo, al escenario subió Paris; pobre mortal, que siendo nefastamente aprovechado por Afrodita, ganaba en el amor, perdiendo así la vida. Y qué se puede decir del espartaco Menelao, de que le sirvió ser rey, si no pudo reinar en su mujer?
Para culminar, ahí están todos esos aspirantes a su amor, que al fin de cuentas se juntaron a su rescate en cumplimiento a la promesa pactada con su padre mortal; ellos tambíen la perdieron, ellos también sufrieron su indolencia.
Ahora es a mí a quien quieren raptar? Quieren poseerme en contra de mi voluntad? Y yo impávida qué puedo hacer, si no soy yo quien domina mis actos, soy como Ella simple apuesta de la casualidad.
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