Todo se esfuma, se escapa, huye agitado. Con los dientes intento subyugarlo, pero me es imposible; débil caigo de rodillas frente al abismo, intentando con la mente en gris por las pesadillas, aferrarme, pero no hay fuerzas suficientes y resbalo, me pierdo en la oscuridad implacable de la ruina.
Y en el instante mismo en que parecería se ve a lo lejos la salida, mi cabeza toca fondo, mis sentidos incontrolablemente se dilatan y no hay marcha atrás, grito en la soledad y ni el eco hace eco de su presencia. Sola, distante, impotente, quebrantada no me queda más que extraviarme, desquiciada.
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